- Cuántos homenajes, General. 200 años de su partida ya... Y a usted que nunca le gustaron las alabanzas ni los honores.
- Así es Doctor. A propósito, tengo una duda. Varias veces hablé con su padre, don Salvador. Me visitaba con un chiquillo a cuestas. ¿Habrá sido usted?
- No recuerdo, mire que nací en 1810. Pero los libros de historia afirman que pudo haber ocurrido, así que...
- Es que lo veo y siento que otra vez estoy en Tucumán. Cuántas emociones... ¿Sabe Doctor? Trabajé siempre para mi patria poniendo voluntad, no incertidumbre; método no desorden; disciplina, no caos; constancia no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia.
- General, recordemos a nuestro pueblo que la patria no es el suelo. Tenemos suelo hace siglos, y sólo tenemos patria desde 1810. La patria es la libertad, es el orden, la riqueza, la civilización organizados en el suelo nativo, bajo su enseña y en su nombre. Y pienso a la vez que la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual.
- Cuanta razón tiene. La vida es nada si la libertad se pierde.
- Y permítame que agregue algo: la democracia es la libertad constituida en gobierno, pues el verdadero gobierno no es más ni menos que la libertad organizada.
- ¿Sabe Doctor? Una de mis obsesiones fue, una vez lograda la Independencia, brindar las herramientas para que nuestro pueblo se eduque. Fundar escuelas es sembrar en las almas. Pero sin educación nunca seremos más que lo que desgraciadamente somos.
- Educación y trabajo, General. Creo que la riqueza, como la libertad, vive en el hombre, y tiene por causa al hombre. En el hombre está la mina, no en el suelo. El suelo puede estar lleno de oro: allí se quedará si falta el hombre capaz de explotarlo. Todas las teorías que pretenden explicar la producción de la riqueza y la supresión de la pobreza por otros medios que el trabajo y el ahorro, en vez de la ociosidad y el dispendio, son teoría falsas, de engaño y de ruina que, lejos de servir para remediar las crisis sólo sirven para producirlas y agravarlas.
- Lo que no tolero son las desavenencias entre hermanos, con todo lo que luchamos para ser libres. Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria. En vano los hombres se empeñan en arrastrar a su opinión a los demás, cuando ella no está cimentada en la razón. Es preciso contener la venganza y pedir a Dios que la destierre, porque de no ser así, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad.
- ¿Y cómo se siente en esta fecha, General? Mire que declararon un año belgraniano...
- A quien procede con honradez, nada debe alterarle. He hecho cuanto he podido y jamás he faltado a mi palabra. Yo no sé más que hablar la verdad y expresarme con franqueza. Esto lo dije muchas veces y no voy a cansarme de repetirlo: mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contento con ser un buen hijo de ella.
Diálogo construido a partir de escritos y pensamientos de Manuel Belgrano y Juan Bautista Alberdi